Ha muerto un ocho de septiembre, el mismo día en el que, en 1844 caía en Gran Bretaña , durante la Segunda Guerra Mundial, la primera bomba V2 de los nazis alemanes. En aquellos años, cuando ni ella ni su familia abandonaron Londres, se forjó la extraordinaria simpatía y comunión de esta mujer extraordinaria con el pueblo británico. Al igual que Harry, su nieto favorito, que llegó el último ayer a Balmoral y no pudo verla viva, sirvió durante la guerra a su pueblo uniformada, en su caso como mecánica de ambulancias. Tenía conocimientos de mecánica, y tal vez hizo abstracción de ellos y consiguió lo imposible, mantener el funcionamiento de una monarquía muy engrasada a pesar de lo mellados que estaban algunos de sus engranajes, los miembros de su complicada familia.
Las monarquías se quedan huérfanas tras la muerte de “la jefa” de todos. El Rey Faruk de Egipto pronosticó en el año 1952 pronosticó que en un futuro no muy lejano solo quedarían los cuatro reyes de la baraja y la Reina de Inglaterra.
Se ha ido la jefa, y sin su ejemplo, y su poderoso músculo, su ejemplo, su difícil equilibrio entre el protocolario comportamiento debido al concepto de la dignidad de la monarquía y su maravillosa sonrisa, aboslutamente sincera, que prodigaba lo justo, nada será lo mismo.
